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Hace unos días tuve el privilegio de asistir a una función de Shen Yun, una compañía artística dedicada a revivir 5.000 años de civilización china: una herencia espiritual y cultural que, lamentablemente, ha sido sistemáticamente destruida por el régimen comunista en China. Lo que presencié no fue solo una demostración impecable de danza y música clásica china con una escenografía deslumbrante, sino también un poderoso mensaje sobre la lucha por la libertad espiritual y la preservación cultural frente a la represión de régimen comunista en China.
Durante el espectáculo, escenas profundamente emotivas representaban esta persecución: ciudadanos comunes arrestados por su fe, familias separadas, y espíritus que claman por justicia. “Todo esto, narrado con un lenguaje artístico impecable y acompañado por una orquesta en vivo, logra conmover al espectador y lo invita a reflexionar sobre lo que sucede más allá del escenario.”
Shen Yun no puede presentarse en China precisamente porque es una expresión libre de una herencia espiritual que el régimen comunista intenta erradicar. Muchos de sus artistas practican Falun Dafa (también conocido como Falun Gong), una disciplina espiritual basada en los principios de verdad, benevolencia, y tolerancia que ha sido brutalmente perseguida por el régimen comunista desde hace más de dos décadas. “El arte no debe ser censurado; la fe no debe ser castigada. La cultura no puede florecer sin derechos humanos.”
Por desgracia, lo que vemos reflejado en este espectáculo no es un caso aislado. Las violaciones de derechos humanos en China son ampliamente documentadas por organismos internacionales: desde la represión contra practicantes de Falun Dafa, hasta los campos de reeducación para uigures en Xinjiang, pasando por el desmantelamiento de la identidad tibetana y la erosión acelerada de libertades en Hong Kong bajo la Ley de Seguridad Nacional.
Frente a esta realidad, Taiwán representa una alternativa clara. Como país libre y democrático, protegemos la diversidad religiosa, la libertad de prensa y la libre expresión artística. En nuestra sociedad, las creencias espirituales no son motivo de castigo, sino parte del tejido plural que nos define. En Taiwán, la cultura florece no a pesar de la libertad, sino gracias a ella.
Frente al avance de regímenes que desprecian la libertad, Shen Yun, con su belleza estética y su valentía moral, nos recuerda que el arte tiene un poder único: puede cruzar fronteras, superar la censura y tocar el alma. “En tiempos donde el autoritarismo se disfraza de modernidad, espectáculos como este nos invitan a recordar que la libertad -cultural, espiritual, individual- no es negociable.” Y Taiwán, con su compromiso con la democracia, la cultura y los derechos humanos, seguirá siendo un aliado firme de quienes, en cualquier rincón del mundo, luchan por su libertad.
*El autor es Diretora General de la Oficina Comercial y Cultural de Taipéi en Argentina